domingo, 1 de noviembre de 2015

Inventemos una despedida..., finjamos que la tuvimos

reflexión, interpretaciones culturales«Y llega el domingo. Con la mente adormecida después de una larga noche, no consigo enderezar mi cuerpo; ni levantar las piernas, entumecidas bajo las sábanas. El despertar es raro, como un estado intermedio entre dos sueños. Mis ojos parpadean lentamente, observando la habitación. Casi a punto de cerrarse, los abro de nuevo. Y ahí está la mancha, sobre mi cabeza.  Ya ni me acordaba de ella. Qué extraña sensación volver a verla después de tanto tiempo. Y qué profunda desazón al notar el vacío en el silencio.

Parece que fuera a llover, sopla con fuerza el viento. Pero no llueve. Tan sólo amenaza el gris  del cielo. Así me siento al despertar, como una nube de recuerdos que no descarga. He acumulado tantos en estos años que no he podido darles salida. Pero, ¿cómo hacerlo si aún formabas parte de mi presente? Ahora me doy cuenta. No puedo rescatar ninguno sin que estalle la tormenta. 

Ojalá retornara mi yo infantil, ojalá renaciera aquel anhelo. Pero el rastro más cercano que tengo pasa por tu recuerdo. Entonces lo cotidiano se hacía ligero; fresco como una llovizna de verano que sorprende lejos de casa… y que al regresar vivifica la sensación de refugio. Con mis miedos ocultos bajo la manta y tus manías a los pies de la cama, cubríamos la mañana de pequeñas reflexiones. Lejos quedaba lo trivial bajo la luz de la persiana a medio subir.

Ahora recae sobre mí, no tan embellecido. Más próximo a atraparme, no consigo ir más allá de este momento. No consigo deshacerme de esta sensación de domingo».


Interpretaciones Culturales, Eternal Sunshine of the Spotless Mind



«¿A qué sabe este día?»,  me preguntaba un domingo al dar rienda suelta a mis pensamientos. Encontré varias acepciones en mi diccionario interpretativo, de entre las cuales había una en particular que resultó curiosa: sabe a «despedida». La semana echa el cierre y llega la última parada. Toda la vitalidad y energía de los días anteriores decae en una pereza y desazón que adormece el cuerpo y atonta la mente. La voluntad duerme la siesta, pero no la sensación de rutina. Es entonces cuando se echa en falta algo, no se sabe muy bien qué, pero algo que ayude a superar esa inquietud; tal vez una pequeña distracción, un detalle que marque la diferencia entre estar bien y sentirse bien. Surge de repente el deseo de encontrar un pequeño placer que le ponga a uno en sintonía consigo mismo. O dicho de otro modo, algo a lo que nos podamos sentir vinculados. Y la compañía de una película, de un libro o de la persona querida, se agradece.

En circunstancias similares me encontraba un domingo al reflexionar sobre la película que había visto la noche anterior. Tenía la sensación de que no había entendido nada, de que era tan rara que aunque la volviese a ver otras veces no la comprendería. Eso sí, los personajes me parecieron muy entrañables.




Interpretaciones Culturales, Eternal Sunshine of the Spotless Mind
Muchos domingos después y en plena relación, volví a ver Eternal Sunshine of the Spotless Mind. Esta vez, lo hice acompañada. El ambiente cálido y relajado en el que me encontraba me preparó para a sentir la frescura de una nueva interpretación. No se mostraba ya como una amalgama de escenas y situaciones que me costaba un mundo seguir. En esta ocasión, con la sensibilidad agudizada, atisbé la incipiente desconexión entre dos personajes cuya fragilidad escondían bajo una fina capa de hielo. Corría el riesgo de que esta se rompiera en cualquier momento pero ambos, dejándose llevar por el calor del momento, se adentraban cada vez más en el laberinto emocional del otro. Caminaban a tientas entre paredes inestables, movidos por una vaga curiosidad que incitaba a un encuentro tan fugaz como el destello que alumbraba los pasillos por los que discurrían vacilantes. «Y todo esto, ¿para qué?» me preguntaba afligida, mientras veía cómo se empujaban mutuamente al estanque del olvido. Guiados por un tímido entusiasmo, habían creado juntos un microcosmos, fruto de la complicidad y espontaneidad de un vínculo que se hacía cada vez más estrecho. Tan estrecho que ante la falta de movimiento para mantenerlo con vida, corría peligro de colapsar. Y fue así como, ante la inactividad y la monotonía, la relación fue perdiendo el pulso, hasta morir de hipotermia en manos de la aciaga rutina.  



Interpretaciones Culturales, Eternal Sunshine of the Spotless Mind


Después de contemplar este proceso destructivo durante dos veces (encuentro – ilusión – convivencia – monotonía – desgaste – cansancio), experimenté un abanico de sensaciones. Lo que hasta entonces había entendido por «rutina» adquirió un nuevo sentido. Miré a mí alrededor y comprendí lo que acababa de ver en la película: una versión de la rutina de la que ya formaba parte.



Me invadió la tristeza; aquella dosis de realismo me había conmovido. Y me dejé vencer por la inquietud. No me asustaba que algún día terminara la relación, lo que me apenaba profundamente es que se perdieran los detalles y características que la singularizaban: la peculiaridad de esas pequeñas cosas que sazonan el día a día.  

Guardo algunas en la memoria que hoy recuerdo con nostalgia. Aún conservan el esplendor de lo efímero, de aquello que hace olvidar (aunque sólo sea por un momento) la sensación de domingo.





Como apunte final, me gustaría compartir una canción que me hace recordar la película. Por la letra y la melodía encaja fielmente con lo que muestra: melancolía, nostalgia, recuerdo... 








5 comentarios:

  1. Qué bonito texto y qué gran película!

    Y déjame decirte que coincido plenamente contigo en cuanto a los obstáculos en las relaciones humanas (desde mi limitada experiencia)

    Una de las claves es para mí también el esfuerzo cotidiano, la voluntad constante para que no decaiga la motivación por acercarse al otro. Porque es mucho más fácil vivir aislado en un mundo interior e irreal.

    En fin, me está gustando mucho este blog. ¡Sigue en esta línea!

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  2. Sí, mantener viva una relación requiere un esfuerzo constante por ambas partes; pero a la larga, a pesar de las dudas e inseguridades que nos nublan para acercarnos íntimamente a otra persona, la satisfacción de compartir las pequeñas cosas y los detalles más nimios es muy grande.

    Por eso, aunque es difícil en muchos momentos romper la barrera del ensimismamiento, la voluntad de seguir <> esas pequeñeces sirve de motor para no caer en la rutina.

    ¡Gracias por tu comentario!

    Se avecinan prósperas entradas..., jejeje

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  3. Estoy de acuerdo contigo, desde mi limitada experiencia.

    De todas formas, creo que el problema de la rutina en su forma asfixiante para una relación no es el decaimiento de la voluntad de unirse: precisamente es la gradual desaparición de la motivación por disfrutar de esos pequeños momentos lo que acaba distanciando a las personas.

    Es lo malo de convivir, que la magia de los pequeños gestos va desapareciendo y en un momento dado tiene que despertar la voluntad para hacerse consciente esa situación, y volver a disfrutarlos como antaño.

    Perdona la parrafada pero es que es un tema interesante, sobre todo por como refleja la forma de ser de cada uno.

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    1. Siento curiosidad por esto de la motivación que comentas. Creo que compartimos una visión similar sobre la voluntad en pareja. Aunque lo que lo hace interesante, al menos desde mi punto de vista, es que llegamos al mismo punto por caminos distintos.

      Estoy de acuerdo contigo en que la desaparición de la motivación es lo que acaba por distanciar a las personas. Su ausencia supone una ruptura, una quiebra que nos dificulta el libre fluir de las emociones. Por eso, entre otras cosas, me gusta hacer referencia al hielo; creo que como metáfora es un recurso muy acertado en la peli.

      He estado reflexionando sobre tu comentario, sobre esa "gradual desaparición de la motivación" en la rutina. Como conclusión, he pasado mis pensamientos por escrito, que me permito compartir aquí debajo:

      Cada día es un nuevo comienzo; tras el descanso nocturno el cuerpo experimenta infinitud de procesos internos. Ha de activarse y desperezarse cuando aún no ha despertado al mundo... y entre toda esa complejidad aparece "lo otro", lo que viene de fuera y para lo que se requiere de disposición y esfuerzo.

      Es en esta vulnerabilidad del yo, inconsciente muchas veces, cuando entra en juego la voluntad: la de salir del ensimismamiento para sentir al otro. Para lograrlo, la motivación es clave, pues agiliza el proceso. Sirve como puente para llegar a la otra orilla; además de energizar las relaciones, mantiene la mente despierta, de forma que uno está más abierto a la espontaneidad y a la singularidad del momento.

      Sin embargo, cuando esta falla, la voluntad queda sepultada en la rutina; pierde fuerza y se adormece. Es en este punto donde me pregunto ―en relación a esa "gradual desaparición de la motivación" a la que te refieres― si esta se puede trabajar para evitar que muera, o si ha de morir para que renazca con más fuerza.

      Pd: no es ninguna parrafada, me parece interesante que cada uno muestre sus propias reflexiones.

      ¡Es enriquecedor y fructífero para todos!

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  4. Interesante reflexión!

    Sobre todo me gusta la interpretación que le das al frío y al hielo tal y como aparece en la película. Yo también creo que simboliza la congelación del calor mutuo en la rutina.

    La gracia de esa metáfora, a parte, es que también tiene un significado personal en el tema de la motivación: es la falta de movimiento (provocada por la carencia de destino) la que enfría nuestro cuerpo. Ahí encaja perfectamente lo que decías de la voluntad adormecida.
    Y la consecuencia más directa es el decaimiento de la relación.

    Es absurdo, pero parece que la única forma de despertar la voluntad en ese momento es con voluntad.
    Y creo que es una de las claves de la película: la necesidad de reencontrar la motivación por uno mismo y por la otra persona (como la descubre Joel en sus recuerdos) para reencontrar la voluntad.

    Es un tema bastante complejo la verdad, y da para mucho.

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