Acordes de nostalgia... A este lado del paraíso
Pocas obras me han hecho sentir de una forma tan cercana la
desnudez del personaje. Dejo a un lado el compendio de pequeñas manías, gustos
y comportamiento que le define para centrarme en aquello que trasciende su
ficción. Ese algo que le caracteriza y humaniza, que le eleva y destruye como a
cualquier otro individuo.
Se construye la personalidad página a página, forjada sobre cimientos inestables próximos a derrumbarse ante la gélida caricia del destino.
Como el alzamiento de un gran edificio, resplandece en los albores de la vida,
pero con el paso de los años sufre el desgaste del tiempo dejando tras de sí lo
que permanece en esencia: el recuerdo
de algo que fue (y es) hermoso.
De esta naturaleza romántica nacen las impresiones que aún
perviven en la memoria. Probablemente se me hayan olvidado algunos pasajes o
detalles de la narración, pero lo que no desaparece es el carácter anhelante
que subyace: el deseo de capturar lo esencial del momento y hacer que forme
parte de uno mismo. Es en este aspecto donde empatizo con Amory Blaine.
Hace unos veranos, cuando leí por primera vez This Side of Paradise, experimenté una sensación
agridulce: por una parte, sentía satisfacción ante el placer que me
proporcionaba su lectura. Por otra, cierto temor a terminarla. Desde un punto
de vista egoísta, no me preocupaba tanto el devenir del protagonista como el
hecho de que finalizara en sí una gran experiencia: la impresión e influencia
que su lectura ejercía en mi pensamiento e interpretación vital. No llegó a
hacerlo en realidad, pues aún hoy la recuerdo con respeto y cariño. Más bien se
ha ido transformando con el tiempo adquiriendo cierto aroma nostálgico. Se ha «romantizado».
En estos días pienso en Amory, en su periplo vital. Su
recuerdo me traslada a otro contexto, aunque lejos queda ya la inocencia primordial
de mis inicios en literatura. Viajo hacia aquellas tardes en que leía los
primeros capítulos con ingenuidad y extraño esa sensación…, la de descubrir
algo hermoso y retenerlo.
«The last light fades and drifts across the land ―the low,
long land, the sunny land of spires; the ghosts of evening tune again their
lyres and wander singing in a plaintive band down the long corridors of trees;
pale fires echo the night from tower top to tower: Oh, sleep that dreams, and
dream that never tires, press from the petals of the lotus flower something of
this to keep, the essence of an hour.
No more to wait the twilight of the moon in this sequestered
vale of star and spire, for one eternal morning of desire passes to time and
earthy afternoon. Here, Heraclitus, did you find in fire and shifting things
the prophecy you hurled down the dead years; this midnight my desire will see,
shadowed among the embers, furled in flame, the splendour and the sadness of
the world».
«La última noche se desvanece y pierde a lo largo de la
tierra, la baja y larga tierra, la soleada tierra de las agujas; los espíritus
de la tarde conciertan sus liras y se pasean cantando en grupo quejumbroso por
las largas avenidas de árboles; pálidos fuegos llevan el eco de la noche de una
torre a otra: Oh, un dormir que sueña y un dormir que no fatiga, que extrae de
los pétalos de la flor de loto algo que guardar, la esencia de una hora.
No volver a esperar el crepúsculo de la luna en este
secuestrado valle de estrellas y agujas, porque una eterna mañana de deseos
pasa por el tiempo hacia una tarde terrenal. Aquí en contraste, Heráclito, en
el fuego y las cosas que pasan, la profecía que habías de lanzar hacia los años
muertos; y esta medianoche mi deseo verá una sombra entre las brasas:
retorcidos por las llamas, el esplendor y la tristeza de este mundo».