El viaje de una vida
Se acercan las «vacaciones» de
Navidad y como cada año suelo hacer ― o al menos lo intento― pienso en las
películas o libros que me gustaría leer en esos días. Para este año aún no
tengo nada, pero echando la vista atrás recuerdo algunas obras que han marcado
época durante el período navideño. En especial recuerdo una que me causó gran
impresión, no solo por la honestidad que transmiten las protagonistas, sino
también por la carga de realismo y sinceridad que, con el paso de los años, ha
convertido esta película en un espejo al que me asomo de vez en cuando para
encontrar respuestas. Viajo unos cuantos años atrás, a la noche de fin de año
de 2010, cuando después de despedir el año y demás parafernalia me entró la
imperiosa necesidad de ver cine ―uno de los propósitos para el nuevo año de mi
entonces corta experiencia cinéfila. Había escuchado hablar de Thelma & Louise, de la historia de dos mujeres alocadas que se «echaban a la carretera»
en busca de aventuras… Nada más lejos de la realidad: cuanto más se alejaban de
la escena del crimen, más se alejaba de mí esa idea preconcebida. Sin duda, lo
que con más cariño recuerdo es la sensación de que estaba viajando con ellas a
bordo del Thunderbird. Y no suponía
un viaje cualquiera…
Como si de un viaje de iniciación
se tratara, en el film se mostraban todos los elementos para perderse y
encontrarse durante un buen rato… o quizá durante toda la vida. Pasaban las
escenas y sentía cada vez con más fuerza que no quería que terminara aquella
vuelta, aquel sinfín de carreteras desiertas, hermosos atardeceres, buena
música de fondo… y la huida sin retorno de dos mujeres sedientas de libertad.
En aquella primera lectura de la
película sentí la frescura que irradiaban estas dos mujeres, aquello que las
humanizaba y ennoblecía más allá de la pantalla.
Es en este punto en el que empaticé
―y empatizo―con estas dos «colegas». Por aquel entonces me identificaba más con
Thelma, con su inocencia e ingenuidad ante los imprevistos que van surgiendo.
Hoy día, tras 6 años desde el primer visionado, me acerco más a Louise, más
despierta y experimentada. Es otra de las razones que considero que engrandecen
esta película: el cambio de perspectiva con respecto a los personajes a través
de la experiencia. Lo que comienza como un simple viaje de desconexión y de huida
de la rutina se acaba convirtiendo en una experiencia enriquecedora para ambas:
el comienzo de una nueva vida.
Como en la canción de Glenn Frey ―que
podemos escuchar a lo largo de la película― Part of Me, Part of You: «Darling,
there is something I must tell you / A distant voice is calling me away…» Hay
algo que incita a las protagonistas a la ruptura y al cambio, a pisar el
acelerador sin mirar atrás. Y esto se origina en gran parte, cómo no, a través
de la desgracia. Es mediante el infortunio cómo ambas se van curtiendo. Es mediante
la desconexión con la vida anterior cómo ambas se van descubriendo y
encontrando.
En esta escena se refleja el
cambio que sufre Thelma: «Something’s crossed over in me and I can’t go back». No
hay marcha atrás, no puede volver a la vida de antes. Más decidida y segura,
elige vivir la experiencia, disfrutar del viaje y alejarse del estrecho círculo
de rutina y monotonía en el que estaba sumida. Es al romper con la forma de
vida anterior cuando realmente puede escucharse a sí misma, crecer y escoger
con quien verdaderamente quiere y merece estar. Por su parte, interpreto que Louise vive
su «segunda ruptura» tras la experiencia traumática que vivió años atrás. A lo
largo de este «gran viaje», Louise brinda apoyo y protección incondicional a su
amiga, siendo una la mejor compañía para la otra.
En la escena podemos ver a Louise
en un momento de retiro. En el silencio de la noche contempla el cielo estrellado,
que oscurece en su mayor parte las enormes paredes del Gran Cañón. Poco a poco
el cielo se va abriendo en la lejanía, dejando paso a la luz que desprende el
amanecer. Louise permanece en silencio mientras Thelma se acerca sigilosamente:
«What’s going on?» pregunta, a lo que responde con un simple «Nothing». Por
estas palabras, interpreto que no va a pasar «nada», nada que pueda entorpecer el
camino que desean seguir.
Amigas, compañeras, confidentes…
comparten momentos de intimidad en los que cada una respeta su individualidad. Al
volante del Thunderbird, la carretera
les brinda la oportunidad de la huida y el reencuentro consigo mismas. No hay
un destino prefijado en el horizonte, tan sólo el deseo de bordear la frontera
del engaño, el fraude y la traición para conquistar su propio espacio.
Como reflexión final, hago referencia
a la metáfora de «conquistar su propio espacio» para terminar. ¿Qué es lo que en esencia conquistan estas dos mujeres?
Más allá de la calidad del film y del contexto en que se desarrolla su
historia, es sin duda la naturaleza de esta relación la más fiel muestra de amor y
respeto entre dos personas que escogen vivir en libertad como único propósito
vital.
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