Suspense extremo con La propera pell (La próxima piel)
Por Lluvia de Segovia
Hace una semana, fui al cine y como no quedaban entradas de la película que había pensado ver, mi amiga y yo acabamos en la sala donde se proyectaba La propera pell (La próxima piel). Salimos súper confundidas y, desde entonces, no hago más que seguir dándole vueltas a la película. La sensación de suspense que crea es increíble, desde el principio, tan misterioso, hasta el final… Esta historia se cuenta de forma que no puedas dejar de hacerse preguntas, porque piensas que va a pasar algo y luego resulta que pasa algo completamente diferente. ¿Cómo es posible que estos personajes y su historia sean tan difíciles de interpretar y tan fascinantes?
El frío y la nieve envuelven
junto con una música gélida y misteriosa la llegada del adolescente a un pueblo
perdido en los Pirineos. Han ido a recogerle su supuesta madre, Ana, y su tío
Enric. Michel trabaja en el centro de menores en Francia, donde ha ido a parar
el chico que, según Michel, sufre de amnesia disociativa debido a algún trauma
del pasado. Parece que encaja con la descripción del hijo de Ana, que
desapareció hace ocho años. Se espera que el protagonista (Gabriel o Leo)
reconozca a su madre, y Michel no revelará sus antecedentes penales a la
familia, para que se pueda asegurar su reintegración social. Se le presenta de
un modo amenazante. Parece una bestia enjaulada, con movimientos salvajes,
peligroso y hosco. Así, el primer momento de tensión sacude al espectador
cuando Ana y el chico se ven y se abrazan. La cámara nos permite observar sus
caras muy de cerca, pero ¿qué indican sus emociones? ¿Se han reconocido
mutuamente? Seguimos sin saber la verdad. Durante muchas escenas, mi amiga y
yo, como muchos otros espectadores, nos mirábamos y nos preguntamos «¿y esto…?»,
y susurramos la pregunta candente: «¿Tú crees que es él, su hijo?».
Como explican los directores
Isaki Lacuesta e Isa Campo, este es un proyecto que maduró con el tiempo.
Pasaron muchos años desde que le propusieron a Emma Suárez el papel de Ana, la
madre, también hasta que Álex Monner creció para poder encarnar al
protagonista, Gabriel/Leo. Tanto el guión como los actores hacen un trabajo
impresionante. Los directores cuentan que quisieron desarrollar la historia con
una doble perspectiva, construyendo entre los dos las distintas miradas de la
madre y del hijo. Se nota que han elegido cada detalle con precisión. En el
primer plano vemos agua deslizándose por detrás de una estalactita de hielo, y
esta imagen del deshielo representa la visión de qué está pasando detrás de la
capa superficial, explica Isaki Lacuesta. Así, a lo largo de toda la película
hay que desentrañar lo que se esconde detrás del rostro de los personajes.
El suspense se intensifica por la
sensación de estar tan cerca de los protagonistas. La clave de la fuerza de
esta película está en la forma de llevar esta historia al espectador. Como
sugiere el título, el protagonista se dispone a cambiar de piel. ¿Qué significa
esto? La cámara nos acerca a la piel de los personajes de muchas maneras: En
primer lugar, está el primer contacto entre dos personas que podrían ser madre
e hijo. Lo que habría de ser familiar y cercano no lo puede ser fácilmente
porque sobre ellos cae la sombra de la duda: ¿Son realmente quienes quieren
ser? Cuando observamos el rostro de Gabriel/Leo y el de Ana, seguimos
preguntándonos qué hay debajo de esa piel. Su identidad, sus pensamientos… Todo
es un misterio. Cuando Michel escudriña la mirada del protagonista al preguntarle
cómo está ―y éste responde que todo va bien― sabemos que no es cierto, pero
tampoco sabemos qué es lo que realmente pasa por su cabeza. «El personaje tenía
tres constantes, que eran: seducción, manipulación y fragilidad», explica Álex
Monner en una entrevista. El actor describe las distintas facetas que muestra
su personaje con la gente, porque el chaval no es el mismo cuando habla con
Michel, con sus amigos o con su madre. Gabriel escoge qué enseñar de sí mismo
en cada situación, y a menudo parece a punto de huir, más que de integrarse en
el pequeño pueblo rodeado de montañas.
En segundo lugar, está la imagen
del padre a la que se ha de enfrentar el protagonista. Cuando ven vídeos en los
que éste aparece junto a la madre y al niño del pasado, las imágenes están
borrosas y vemos cómo Gabriel/Leo lo observa intensamente. Descubrirá lo que le
ocultan acerca de su pasado, pero ha de salir en busca de la verdad y exigir a
los que le rodean que le cuenten la verdad; ha de ir al lugar donde desapareció,
en la montaña. «¿Por qué me has mentido?», Gabriel exige que le cuenten la
verdad. En esas escenas, la nieve lo cubre todo, pero el frío no es obstáculo
para la fuerte voluntad del protagonista. Además, en esa búsqueda el
protagonista se apoya en la compañía de su primo y amigo, interpretado por Igor
Szpakowski, que no duda en preguntarle «¿De verdad te acuerdas de mí?». Con él
no ha de fingir. Finalmente, esto les lleva a acercarse íntimamente de forma
inesperada. En esa desnudez, y en las huellas que el pasado ha dejado sobre la
piel, se libra la lucha de asumir la nueva identidad.
Finalmente, está la imagen de los
cortes que Gabriel/Leo se hace en su propia piel. Como siempre desprende un
aire amenazante, sorprende vislumbrar su fragilidad. Cuando tememos que vaya a
hacer daño a otros somos testigos de lo que le atemoriza y de su
automutilación. Sus heridas del pasado le atormentan. «Este chaval, antes de
llegar a este pueblo, no sabía lo que era la tranquilidad de querer y ser querido», comenta Álex. Así es, hay
una gran inquietud evidente en los movimientos nerviosos y desesperados del
protagonista. El espectador sufre con él cuando no puede contener la ira y
siente que pierde el control. Envolviendo estas escenas, la música
desconcierta, porque a veces suenan unos golpes metálicos que estremecen y
parecen indicar la llegada de una desgracia, un golpe violento… Pero en vez de
eso resulta que sucede algo muy distinto que toma por sorpresa al espectador, y
la música toma otro rumbo, creando así un ritmo acorde con las preguntas que
surgen acerca de las intenciones de los personajes.
No podemos
evitar sentir sospecha, pero estremece ver cómo Ana y Gabriel se van acercando,
creando una relación de la nada. Finalmente, lo que está claro es que el chico,
sea el hijo de Ana o no, tiene heridas que necesitan ser curadas. Hay una
escena entrañable en la que ella cura las heridas que él se ha hecho. En los
ojos de ambos se refleja el gran alivio que sienten al poder hacer esto.
Necesitan quererse, y así se crea una reflexión acerca del amor que va más allá
de los vínculos de sangre. Porque, ¿quién decide si se pueden querer o no dos
personas como si fueran madre e hijo? En la crucial escena del baile aumenta la
tensión, cuando están observando todos, parece que algo terrible está a punto
de ocurrir. Pero ante los ojos que juzgan, madre e hijo solo tienen ojos el uno
para el otro y él pregunta a Ana «¿Me
quieres?». Sus ojos delatan el brillo de la esperanza. Emma Suárez dice que
la madre y el hijo «se eligen», y esto es porque ambos desean comenzar una
nueva vida, dejando atrás la piel del pasado. Es por todo esto que el
espectador ―al sentirse implicado con los personajes― por haber tenido la
oportunidad de preguntarse qué pasa por sus cabezas, ya no se puede deshacer de
ellos. Participamos en la experiencia de apropiarnos de una piel ajena que
puede acabar siendo nuestra próxima piel.
Buena película y buen ejemplo sobre la ambigüedad de los personajes, aunque el final me dejó un poco fría. Pero al ser una película sin ambiciones estéticas ni comerciales, intuyo que el hecho de acabar en una escena cotidiana ―aunque dolosa en cierto modo― forma parte de la esencia de la película: la búsqueda de la identidad de los personajes en un entorno emocionalmente frío y hostil. No hay un punto y final en esa búsqueda, tan solo la aceptación y asimilación de lo que madre e hijo viven día a día a partir de la nueva piel que adoptan.
ResponderEliminarLa escena del baile es de mis favoritas, cómo ambos se olvidan por un momento del ambiente que les rodea, incluso de la música, para acercarse y cerrar viejas heridas.
Buena recomendación, compañera :)